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Más allá del vertedero

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Korogocho es uno de los barrios marginales más grandes de Nairobi, la capital de Kenia. Allí viven unas 200.000 personas en apenas 1,5 kilómetros cuadrados a unos 11 Km al noroeste del centro de la ciudad. El barrio limita con el vertedero más grande de la capital, de donde muchos arrancan su sustento diario rebuscando entre la basura. La tasa de criminalidad en el barrio es muy elevada y también opera el crimen organizado.

Las miserables condiciones de vida debidas a las superpoblación, la falta de agua corriente y la cercanía al vertedero hacen que el estado de la salud en el barrio esté muy por debajo de la media de la ciudad. Por otra parte las altas tasas de consumo de alcohol y otras drogas causan graves problemas de disfunción social. Los índices de infección de VIH son alarmantes, dejando a mucho niños huérfanos.

 

Los misioneros combonianos involucrados en la marginada realidad de Korogocho tienen una larga trayectoria . Desde principios de los 90 han tenido una comunidad en el seno del barrio desde la cual han lanzado numerosas iniciativas en diversos campos del desarrollo social y pastoral, haciendo así una evangelización integradora que impregne todas las dimensiones de la persona.

 

El Padre John Webootsa – misionero comboniano keniano – recibió el pasado mes de abril el premio a los Derechos Humanos que conceden conjuntamente los gobiernos francés y alemán por su compromiso en la mejora de la vida y defensa de los derechos de los habitantes de Korogocho.

 

La primera vez que el Padre John pisó Korogocho fue en 2001, después de su ordenación de diácono y como parte de una periodo de experiencia pastoral. Aquellos meses en aquella realidad le marcaron profundamente debido al alto nivel de criminalidad, la incidencia del SIDA, el consumo de drogas y el tráfico de armas.

 

Trabajó cinco años en Eritrea y en 2006 regresó a Kenia. El clima de violencia que se vivía en el barrio no le hizo echarse atrás, al contrario, la pobreza que había visto le sirvió de estímulo para lanzarse sin temor a trabajar para mejorar la vida de la gente.

 

La presencia del vertedero ha marcado profundamente la vida del barrio. El Padre John se involucró en esta compleja realidad en la que ciertas compañías controlan el vertido y reciclado de la basura. La gente que trabaja en el vertedero recogiendo y rebuscando están expuestos a enfermedades por culpa de los humos y la descomposición de la basura, y reciben una retribución miserable mientras que las compañías que controlan este mercado sacan importantes beneficios.

 

 

En 2007, un organismo de las Naciones Unidas realizó un estudio sobre el impacto del vertedero en la salud de los que viven en sus proximidades. Los resultados demostraron que existe un alto nivel de plomo que provoca enfermedades respiratorias e intestinales. Tanto la comida que se produce en los pequeños huertos como los animales que crecen en ese ambiente están contaminados.

 

Junto con la red Kutoka (agrupación de organizaciones que trabajan en Nairobi por la mejora de los suburbios), el Pader John lanzó una campaña para la clausura del vertedero. Inesperadamente fueron las 6.000 personas que viven del reciclaje del vertedero los que se opusieron fuertemente a la campaña a pesar de que su actividad ponía sus vidas en grave riesgo.

 

La situación era más compleja de lo que aparentemente se podía prever. En colaboración con diversas ONG’s se lanzó un programa de microcréditos destinado a los que vivían de rebuscar en los deshechos para que pudieran comenzar pequeñas actividades que les permitieran conseguir un sustento para ellos y para sus familias. Hasta el momento más de 300 personas han dejado el vertedero y han comenzado su propio negocio o actividad gracias a este programa de microcréditos. Queda mucho por hacer pero los comienzos son prometedores.

 

En lo relacionado a la violencia endémica que sufre Korogocho, el Pader John lo atribuye a la carencia de valores de jóvenes que han crecido en familias disfuncionales y a la falta de oportunidades para encontrar formas dignas de ganarse la vida. Esta situación genera una espiral de violencia en la que muchos jóvenes quedan atrapados. La Iglesia trata de crear foros de encuentro de los jóvenes a través de seminarios para que ellos mismos puedan hacer un análisis de las causas de esta situación.

 

Las mujeres y en especial las chicas jóvenes son muy vulnerables en Korogocho. La prostitución o la elaboración de alcohol son actividades en las que muchas de ellas quedan atrapadas para salir adelante. El Padre John ha colaborado activamente en el lanzamiento de la cooperativa Badilisha Maisha (que en Kiswahili significa Cambio de Vida). Iniciativa dirigida a mujeres a través de la cual reciben prestamos sin interés para poder cambiar su vida realizando actividades diversas. El pasado mes de febrero este proyecto recibió en Madrid el Premio Mundo Negro a la Fraternidad, recogido por Anastasi Wambui, una de las beneficiaras del programa de microcréditos.

 

El Padre John está convencido que recibiendo este premio contribuirá a hacer Korogocho y su situación más conocida y conseguir así más apoyos que puedan continuar la transformación que poco a poco va teniendo lugar en el barrio.

 

Un reportaje de Francisco Carrera, director de New People.

 

Fuente: mundonegro.com