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Nadie ha conseguido parar a la ugandesa Stella Nyanzi

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Esa carta tenía un aspecto inocente, pero según su autora era un arma tan poderosa que podía destruir al gobierno de Uganda. Se trataba de una página arrugada como si hubiese estado en el bolsillo de un pantalón, arrancada de un cuaderno, manuscrita con caligrafía infantil. “Este es el cuarto día que duermo detenida en la estación de policía de Kira —decía —. Los policías son buena gente. No solamente me están protegiendo, también se preocupan por mis medicinas. Soy fuerte. Estoy preparada para ir al juzgado y enfrentarme  a  mi  acusador, el dictador Yoweri Museveni. No me avergüenzo de escribir sobre cómo está oprimiendo a los ugandeses. No me avergüenzo de criticar su dictadura. ¡No me avergüenzo   de empujar los límites de la poesía política para hacerle saber el dolor y el sufrimiento que muchos ugandeses soportan por culpa de sus diabólicas órdenes! Escribir es un arma.  Vamos   a luchar contra sus balas y sus sobornos con nuestros textos. Nos defenderemos con nuestros bolígrafos y nuestros teclados. Estoy orgullosa de ser ugandesa. Firmado: Stella Nyanzi”.

La doctora Stella Nyanzi estuvo encerrada en una prisión de máxima seguridad desde el 2 de noviembre del 2018  hasta el 20 de febrero de este año. Fue acusada de “acosar virtualmente”  al presidente de Uganda, Yoweri Kaguta Museveni, y de “comunicación ofensiva”, después de publicar sátiras sobre el régimen en las redes sociales durante meses.

El presidente Museveni, que llegó al poder en 1986 tras liderar una guerrilla que derrocó al gobierno anterior, combate tanto a sus opositores políticos como a las protestas callejeras con un aparato militar poderoso o leyes para reducir la libertad de expresión del pueblo.

Ni las celdas ni el miedo pararon a la académica. Sus amigos más cercanos, aquellos que la visitaron en la cárcel, contaban sorprendidos cómo el ánimo de la reclusa permanecía intacto. Sonreía a menudo. Enseñó a escribir a otras presas. Mandaba cartas a sus conocidos para convencerles de que estaba bien. El 2 de agosto, mientras los jueces la condenaban a 18 meses de cárcel, protestó arrancándose su camisaen los tribunales. En la víspera de su libertad, un grupo de ugandeses publicóuna recopilación de sus poemas. Textos que denunciaban los abusos del régimen de Uganda, manifieestos feministas o por los derechos de la comunidad LGTB, elogios para los compañeros que luchaban a su lado. Casi todos eran inéditos: se escribieron desde la cárcel. Las autoridades penitenciarias confiescaron algunos de esos poemas; los editores los reescribieron basándose en sus borradores. El resultado es un libro de 190 páginas que no se distribuye en las liberarías. Los amigos de la doctora Nyanzi se ponen en contacto con los compradores en las redes sociales. Las personas a las que no les alcanza para pagarlo —cuesta alrededor de ocho euros— pueden obtenerlo gratis. Para los editores Esther Mirembe y Bwesigye Bwa Mwesigire: “publicar literatura de prisión mientras el recluso político aún está detenido […] es levantar el dedo corazón al sistema de represión y opresión. Es declarar que nuestras mentes son libres, que nuestra imaginación está libre de los guardianes de la prisión, sus paredes, y las sentencias de los jueces”.

En sus poesías, la doctora Nyanzi, una reputada antropóloga médica, usaba metáforas sexuales o un lenguaje explícito para criticar al régimen del presidente Museveni y al patriarcado. Este es el motivo de su encarcelación. La académica recuperó los métodos que utilizaron algunos activistas ugandeses que se opusieron a la invasión colonial británica a mediados del siglo pasado. Para esos ugandeses, hablar de una forma que los colonos despreciaban era una manera de demostrar que no estaban dispuestos a seguir sus normas.

El 20 de febrero, cuando los tribunales pusieron en libertad a la doctora Nyanzi, sus amigos la recibieron con una fieesta que habían preparado durante días. Se mandaron centenares de mensajes de texto para organizarla. Pensaron en todos los detalles, incluidos unos pantalones cortos y una camisa con estampados de colores. Mientras cosía esos pantalones con una sonrisa, la activista Nana Mwafrika Mbarikiwa aseguraba que nada podía detener a su compañera.

“Mi encarcelación en una prisión de máxima seguridad expone el miedo de este dictador y sus compinches hacia los escritores. ¿No son los bolígrafos más poderosos que las espadas?”, escribió la doctora Nyanzi desde la cárcel.

Con las esposas con las que los policías limitaron sus movimientos, la académica dibujó en las paredes desu celda este mensaje: “Podéis esposar mi cuerpo pero nunca esposaréis mi espíritu”.

Kabanyoro, Uganda, 20 de febrero del 2020