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Azawad o la nueva Afganistán

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Ya han caído las máscaras. Las tres regiones del norte de Malí, un vasto territorio conocido como Azawad, están ya prácticamente bajo el control de grupos islamistas radicales. Aplicación de la sharia o ley islámica (castigos corporales, obligación de que las mujeres lleven velo, etc), destrucción de mausoleos en Tombuctú y llegada de muyahidines prestos a combatir, este es el escenario que emerge en esta nueva Afganistán que nace en el desierto del Sahara.

Los acontecimientos se ha precipitado en los últimos días. Lo que empezó siendo una rebelión de los tuareg contra el Ejército de Malí ha acabado convirtiéndose en el surgimiento de una nueva Afganistán. Ya nadie pone en duda que el Azawad, un territorio de facto bajo el control de grupos islamistas radicales y terroristas, representa una amenaza para toda África. La Cedeao sigue llamando, cada vez con más insistencia, a una intervención militar que Naciones Unidas y, en concreto, Estados Unidos, parecen rechazar por el momento.

 

La rebelión tuareg que estalló el pasado 17 de enero contó, desde el principio y tal y como se pudo comprobar en el ataque a Aguelhoc, con el apoyo del grupo islamista radical Ansar Dine (Defensores del Islam), liderado por el histórico líder tuareg Iyad Ag Ghali. La matanza de Aguelhoc, en la que los muyahidines degollaron a sangre fría a decenas de soldados malienses, supuso el primer toque de atención sobre la presencia de islamistas en el seno de la rebelión.

 

Tras el golpe de estado del 22 de marzo en Bamako, la capital de Malí, la rebelión pisó el acelerador. Si hasta entonces había logrado hacerse con el control de pequeñas ciudades, en solo un fin de semana plantaron sus banderas independentistas en las tres grandes ciudades del norte, primero Kidal, luego Gao y finalmente Tombuctú. A los pocos días, el MNLA anunciaba que se había hecho con el control de todo el norte y declaraba la independencia del Azawad con la intención de construir un estado tuareg.

 

Pero nada era más cierto. Tras la precipitada huida del Ejército maliense los rebeldes pasaron a ocupar los cargos de responsabilidad en las citadas ciudades. Pero quienes en realidad ejercían el control eran los islamistas de Ansar Dine y el Movimiento por la Unidad de la Yihad en África Occidental (Mujao), un grupo escindido de Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) que saltó a la escena internacional cuando secuestró a tres cooperantes, dos de ellos españoles, en los campamentos de refugiados de Tinduf (Argelia) el pasado año 2011.

 

Ansar Dine y Mujao ejercen, desde entonces, las funciones de ejército popular en Azawad con el apoyo del propio AQMI y gracias también a la presencia de muyahidines venidos de todo el orbe yijadista, como Boko Haram (Nigeria), Al Shabab (Somalia), argelinos e incluso paquistaníes. La situación era explosiva. Mientras el MNLA abogaba por la creación de un estado laico, los islamistas sólo están interesados en la aplicación de la sharia en el territorio “conquistado” y la extensión de la yihad o guerra santa a los países vecinos.

 

Con el paso de los meses, la tensión entre el MNLA y Ansar Dine, empeñado en la aplicación de la sharia con castigos corporales, prohibiciones de todo tipo y obligación de que las mujeres lleven velo, fue cristalizando hasta que se produjo la ruptura formal entre unos y otros. El pasado lunes, todo se precipitó. Los rebeldes del MNLA asesinaron a un respetado profesor en la ciudad de Gao y al día siguiente, los islamistas aprovecharon la indignación popular para movilizar a decenas de jóvenes contra los rebeldes, que dispararon contra los manifestantes provocando al menos una quincena de heridos.

 

El miércoles, los islamistas se lanzaron al ataque y tras toda una mañana de combates lograron vencer la resistencia del MNLA y hacerse con el control total de Gao, dejando una veintena de cadáveres en las calles, entre ellos dirigentes del movimiento rebelde. Al día siguiente, el MNLA se retiraba también de Tombuctú y dejaba el campo libre a los radicales. En Kidal, la tercera gran ciudad del norte, los islamistas ya dictaban su ley.

 

Patrimonio cultural

El jueves 28 de junio, la Unesco lanzaba una llamada de urgencia por el peligro que corría el patrimonio cultural de Tombuctú, conocida como la ciudad de los 333 santos. Los islamistas se habían puesto el objetivo de destruir tumbas y mausoleos y el anuncio de la Unesco de incluir este patrimonio en su lista de bienes protegidos desencadenó una nueva acción islamista. El sábado, los radicales redujeron a escombros el mausoleo del santo Sidi Mahmoud, que ya había sido profanado en mayo, y comenzaron a destruir la tumba de Sidi Moctar, en el este de la ciudad, acciones que recuerdan a lo ocurrido en Afganistán con los talibanes.

 

Mientras tanto, el viernes tuvo lugar una cumbre de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao), en la que se toma la decisión del envío inmediato de una misión técnica a Malí con el objetivo de ir preparando la llegada de una fuerza militar oesteafricana compuesta por unos 3.000 hombres. El objetivo de dicha “fuerza de paz” es garantizar la seguridad de las instituciones de transición en Malí, nombradas tras el golpe de estado del 22 de marzo, y defender la integridad territorial del país combatiendo a los grupos armados presentes en el norte.

 

Sin embargo, una vez más, nada es más seguro. En primer lugar y pese a la instauración de un gobierno interino en Malí, quienes siguen dictando las órdenes en el país son los miembros de la junta militar que dio el golpe de estado, encabezados por el capitán Amadou Haya Sanogo. De hecho, el presidente interino designado por la Cedeao, Dioncounda Traoré, tuvo que huir precipitadamente hacia Francia después de ser agredido por una masa incontrolada de personas que ocupó el Palacio Presidencial sin encontrar resistencia. El Ejército de Malí no ve con buenos ojos una intervención militar extranjera y buena parte de la sociedad civil la rechaza también. Sin consenso parece difícil que soldados de otros países entren en Malí.

 

En segundo lugar, esta fuerza militar debe contar con el visto bueno de Naciones Unidas y el apoyo logístico y económico de las grandes potencias occidentales. Así lo han puesto de manifiesto los líderes de la Cedeao. Y la ONU sigue pidiendo tiempo y más información para aprobar una resolución en este sentido. De hecho, esta semana Estados Unidos ha expresado sus dudas respecto a esta intervención militar, probablemente con el temor de que el Azawad se convierta en una nueva y costosa Afganistán que además galvanice el odio hacia Occidente en ciertos sectores de las opiniones públicas del mundo árabe.

 

Los islamistas presentes en Azawad ya han lanzado sus amenazas. Mujao ya ha advertido a los países que han anunciado su disponibilidad a enviar tropas al norte de Malí, entre los que están Nigeria, Níger y Mauritania, además de Costa de Marfil, que se pueden enfrentar a una escalada de atentados y violencia en su propio suelo o en sus intereses en el extranjero.

 

Fuente: guinguinbali.com