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Amor, honor y obediencia en Mali

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Farima Samaké, una viuda que vive en la aldea de Gwelekoro en el sur de Malícuando sacó a su primera hija de la escuela para que ésta cuidase de su hermano pequeño. “Su padre así lo decidió y yo no me opuse. Ahora ella está casada en otra aldea no lejos de aquí. Pienso que nuestra decisión le hizo daño porque si hubiera estudiado su vida habría sido diferente”.

Farima no se opuso porque la ley dicta que una esposa debe obedecer a su marido. “En Gwelekoro, y en todas las aldeas de esta región, las chicas se casan a los 15 o 16 años, incluso si van a la escuela”, dice la señora Samaké. Y añade que “los padres de la chica deben pedir al esposo que la deje seguir estudiando cuando ya está casada”.

 

Al no haber terminado sus estudios, la hija de Farima, Wassa Diarra, no puede leer ni escribir. Pero no es la única: según datos de Unicef, en Mali, el 69% de las mujeres entre 15 y 24 años son analfabetas, frente al 53% de varones.

 

“Wassa tiene ocho hijos”, cuenta Farima. “La única forma que tiene para ganar algo de dinero es ir a buscar leña para vender a la gente que llega de Bamako, la capital. Esto es lo que casi todas hacen. Su esposo tiene tres mujeres y hace lo que puede para alimentar a toda su familia. Pero las cosechas a menudo no son buenas por la falta de lluvias. Así que cada mujer debe buscar dinero para cuidarse de los hijos. Si ella hubiera seguido su educación escolar habría podido tener un empleo, le habría ayudado a tener ideas para ganarse la vida de otra forma”.

 

Farima quiere una vida mejor para las chicas de esta aldea de casas de barro. Ella y otras mujeres aprendieron a leer y escribir cuando ya eran mayores gracias a los cursos de alfabetización impulsados por una ONG. Ella siente que la educación abre la mente de las personas. En esta sociedad tan patriarcal en la que muchas de ellas necesitan pedir permiso incluso para salir de casa, los grupos de mujeres han estado promoviendo cambios en los últimos diez años.

 

Esperanza y frustración

 

Las esperanzas de estas activistas se vieron fortalecidas con el nuevo Código de Familia que refuerza los derechos de las mujeres en Malí. Entre sus medidas está subir la edad mínima legal para el matrimonio, el derecho de las mujeres a heredar y a la propiedad y la eliminación de la cláusula de obediencia de la mujer hacia el marido. En su lugar, se requeriría a las parejas que se tengan “mutua lealtad, protección, ayuda y asistencia”.

 

Esta ley fue adoptada por la Asamblea Nacional en agosto de 2009, pero fue retirada por las protestas de algunos grupos musulmanes conservadores. Los medios de comunicación titulaban de forma provocativa que las mujeres ya no tendrían que obedecer a sus maridos y eso llevó a miles de personas a protestar en las calles. Un grupo del Consejo Islámico de Mali aseguraba que la ley abría el “camino al desenfreno” y la Unión Nacional de Asociaciones de Mujeres Musulmanas dijo que la ley reflejaba los deseos de una pequeña minoría de mujeres. “Las mujeres pobres y analfabetas, las ‘musulmanas de verdad’ están en contra”, declaró su presidenta, Hadja Safiatou Dembele.

 

El Código de Familia, finalmente aprobado por el Parlamento de Malí este mes de enero, llegó recortado. Y las activistas denuncian que no sólo no protege a las mujeres, sino que perpetúa la discriminación. Según Safiatou Doumbia, miembro de la Asociación Maliense para el Cuidado y la Ayuda a las Mujeres y Niños (AMSAFE), en Bamako, “la nueva ley devuelve los derechos de las mujeres 50 años atrás porque se han perdido algunos de los derechos previstos en la anterior legislación. Antes una mujer automáticamente era responsable de sus hijos cuando el esposo moría. Este no es el caso con la nueva ley, que permite que un consejo de familia decida quién es responsable de los hijos”, se lamenta Doumbia.

 

Bajo el nuevo Código de Familia, como en la ley original de 1962, una mujer debe obedecer a su marido, los hombres son considerados los cabezas de familia y la edad legal para que una mujer pueda casarse es de 16 años, mientras que sube a 18 para los varones.

 

En Mali, el 90% de la población es musulmana y ciertos aspectos de la vida familiar, como el derecho a la herencia, el divorcio o el matrimonio tienen sus fundamentos en una mezcla de leyes y prácticas tanto tradicionales como musulmanas.

 

Un contencioso entre los grupos musulmanes y las activistas es el delmatrimonio religioso y el civil. La ley de 2009, habría dado a las autoridades civiles la potestad única de reconocer los matrimonios. Ahora las ceremonias religiosas también son reconocidas como legalmente vinculantes. El reconocimiento de una boda religiosa será un caos, según Doumbia. “Las bodas musulmanas y tradicionales –dice– permitirán que los hombres puedan casarse con varias mujeres y divorciarse de ellas sin ningún problema y sin proteger los derechos de las mujeres”.

 

Otro cambio está relacionado con la herencia. Ahora, un consejo de familia decide quién se encarga de los hijos de una mujer cuando se esposo fallece. La antigua ley garantizaba a la esposa quedarse en la casa del marido si este moría, aunque en la práctica se obligaba a las viudas a regresar con sus parientes.

 

Los grupos de derechos de las mujeres dicen que el Código de Familia debe armonizar las leyes locales con las internacionales. La edad para elmatrimonio de una chica, es un ejemplo. “Una chica es aún una niña a los 16 años, según la Convención Internacional de los Derechos de los Niños y las Niñas, que nuestro país firmó”, dice Bintou Coulibaly, Secretaria para la Educación de la Asociación para el Progreso y el Desarrollo de las Mujeres (APDF). “Y nuestra constitución garantiza que todas las leyes internacionales firmadas tienen estatuto legal. Así que la ley de la familia se opone a nuestra constitución”.

 

Coulibaly dice que si las mujeres entendieran lo que significa realmente la ley y cómo las habría afectado, las impulsaría a manifestarse en demanda de sus derechos. “Por desgracia, nuestra voz no se pudo oír”, se lamenta. “Bajo la presión islámica, el gobierno decidió vetar nuestros comunicados en televisión, que es la única manera de informar a la gente sobre los verdaderos contenidos del código”.

 

Sin poder decir nada

 

Farima Samaké y las otras mujeres de la aldea de Gwelekoro no saben de la nueva ley, pero sí que las cosas han cambiado poco a lo largo de sus vidas. “Somos diferentes a los varones; no tenemos poder de decisión y las cosas han sido así desde que Dios creó el mundo”, dice Binta Samaké, otra mujer de Gwelekoro. “Aun hoy en día, sólo los hombres tienen el poder de decidir sobre la boda de una chica. Y una vez decidido se lo dice a la esposa e incluso a la chica que va a casarse”, dice Farima.

 

Binta, que enviudó recientemente, dice que ahora ya no tiene que “pedir permiso para ir a buscar leña para venderla y ganar algo de dinero. [Cuando él vivía] necesitaba su permiso para viajar o salir a cualquier parte de la aldea cuando él estaba ausente”.

 

Muchas mujeres de la aldea de Gwelekoro acuden a los cursos de educación, que, según ellas, les han abierto la mente. “¡Soy una ignorante!” exclama Binta. “Lamento no haber ido a la escuela cuando era joven. Ahora todo depende de la educación. Sin ella sólo puedes seguir a los demás y dependes de los otros”.“Cuando una mujer – termina Binta – está educada, no depende de nadie y puede elegir”.

 

Fuente: El Mundo