“Hay muchas prácticas que no dejan a la mujer empoderarse”

Texto y fotos: María Rodríguez / Kathonzweni (Kenya)

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La escuela en la que trabaja Lilian Naserian está cuidada hasta en los detalles. Es un enorme terreno donde se levantan pequeños edificios que son las aulas, las habitaciones de alumnos y profesores, los comedores o los despachos. Estos últimos se comparten entre dos a cuatros enseñantes que, en la más humilde de las salas y no teniendo más pertenencias ni decoraciones que una mesa y una silla, corrigen los montones de exámenes de sus alumnos. La escuela consta de 26 profesores para unos 800 estudiantes, 600 niños y 200 niñas que  aprenden en aulas separadas, pero realizan actividades conjuntas. En el exterior de las aulas, junto a los arbustos que decoran la escuela, unos carteles reflexivos y motivadores se levantan ordenadamente: “Nos convertimos en lo que pensamos”, reza uno de ellos. “Debes ser el cambio que deseas ver en el mundo”, apunta otro. Antes de entrar a la sala de profesores y el despacho del director, otro colgado de la pared hace una declaración de intenciones: “Estamos en la misión de producir una generación con autoconfianza y responsable”.

Lilian decidió trabajar en esta escuela situada en el pueblo de Naikarra, al suroeste de Kenya, por dos motivos. El primero, que es la mejor escuela de toda su región porque tiene recursos materiales suficientes, profesorado y electricidad. Sólo le falta una buena carretera. El segundo, que así está cerca de su madre y puede visitarla más a menudo. Por ello, al terminar la carrera de magisterio en 2016 echó el curriculum obteniendo un ‘sí’ como respuesta.

“Desde que estaba en la escuela primaria ya quería ser profesora. Lo que me inspiró fue que sólo tenía una maestra masai –la etnia a la que pertenece Lilian-, el resto de enseñantes procedían de otros lugares del país. Pensé que hacía falta que hubiera más masai impartiendo clases”, explica. “Desde que soy pequeña mi padre nunca estuvo ahí, así que siempre fui protegida por mi madre. Para ganarse la vida realizaba trabajos temporales, como vender leche o lavar ropa, así que para ella era importante que yo fuera a la escuela”, cuenta.

La situación de la mujer no es sencilla en Kenya, tampoco en África. Lilian explica que “la mayor parte de los africanos cree que la mujer debe quedarse en casa y cuidar de los niños, así que no tienen trabajo y, en consecuencia, no tienen dinero”, restándoles muchísima autonomía. Además, “hay muchas prácticas que no dejan a la mujer empoderarse”. Por eso para ella “la educación es el mejor camino para enseñar a mi comunidad la importancia de la educación (valga la redundancia), el empoderamiento de la mujer y la igualdad de género”.

Además de ser profesora en la escuela de secundaria de Naikarra, Lilian está muy comprometida con los derechos de las mujeres. Por eso en 2015 fundó una organización comunitaria llamada ‘Maasai Mara Women Empowerment Guide’ (MWEGO) con la que busca mejorar la educación, el crecimiento económico, la educación civil, la salud y la conservación medioambiental. Por el momento, Lilian está desarrollando dos ramas: la educación, en la que explica a las mujeres de la región sus derechos, y el empoderamiento económico de éstas, creando pequeños negocios comunitarios, como la cría y venta de pollos, con los que se reparten los beneficios y pueden permitirse comprar ropa a sus niños o a sí mismas. Además, para hacer crecer la organización, Lilian ha incorporado a cinco chicas, de entre 18 y 28 años, para trabajar juntas. “Somos muy pocas las chicas educadas en la comunidad, así que tenemos que estar juntas para hacer cambios”, explica.

“Enviar a una mujer a la universidad no es una prioridad ni para la familia ni para la comunidad”, cuenta Lilian. Pero eso no le impidió ir a ella. Con la bendición de su madre y la ayuda de su tío, que le dio una vaca para venderla y poder pagar el primer semestre, Lilian comenzó lo que había sido su sueño desde pequeña. En el segundo semestre le ayudó uno de sus hermanos, que también entendía el valor de la educación, y en el segundo año obtuvo la beca de The South Face con la que pudo terminar la universidad.

La beca de The South Face cubre los gastos de matrícula y alojamiento e intenta evitar que las chicas trabajen para que se enfoquen en los estudios y den lo mejor de sí mismas, pero no siempre es posible. Es el caso de Lilian que, aunque la beca le facilitó las cosas, tuvo que compaginarla con el trabajo y lo hizo alternando meses en la universidad y meses en una ONG local dando clases a niños de la calle que, debido a las drogas y la prostitución, necesitan rehabilitación y reinserción.

En la escuela secundaria de Naikarra Lilian da clases de inglés y literatura africana, pero eso no le impide tratar temas como el matrimonio forzoso o la mutilación genital femenina con sus alumnos. Lilian intenta hacerlo lo mejor posible en la mejor escuela de su región pero también sueña con que en el futuro haya en su tierra al menos 10 buenas escuelas como esta.

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